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Certificado de competencias

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Consigue tu certificado de competencias y diferénciate del resto de candidatos resaltando tus habilidades. Mejora tu empleabilidad. Para empresas, asegúrese de contar con personas con los conocimientos y habilidades adecuados en sus equipos.

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Había una vez un niño, Javier, al que le encantaba dibujar con mil colores. Tenía un estuche lleno de lápices de brillantes amarillos, unos rojos que casi sobresalían del papel, naranjas que invitaban a volar y azules que parecían hechos del mismo cielo. Javier era conocido en toda su clase por las maravillosas obras que dibujaba, y sabía su estuche era muy especial.

Cada vez que el niño cogía su bloc de dibujo, era como si su estuche cobrara vida… . ¡Y así era! Los lápices brincaban contentos porque saldrían a demostrar todo lo bonito que podían crear, y todo el mundo admiraría sus preciosos trazos y líneas llenas de vida.

Un buen día, la abuela de Javier le regaló una pluma preciosa. Era de un azul intenso brillante, estilizada, elegante y muy especial. La guardó entusiasmado en su estuche, deseando coger su bloc de dibujo para probarla enseguida. Abrió su cuaderno, cogió la preciosa pluma y le quitó su capuchón, lanzándose rápidamente al papel para comprobar el elegante trazo que dejaría a su paso. Pero no fue así… . ¡La pluma no pintaba! ¿Estaba rota? ¡Aquello no servía para nada!

El niño, decepcionado, no tardó en regresarla de nuevo al estuche, y se puso a dibujar con los otros mil colores que esperaban ansiosos. La pluma se sintió muy mal. No había sido capaz de hacer feliz a aquel niño. Ni siquiera ella entendía por qué. Pero fueron pasando los días y la pluma, al ver que los demás lápices eran felices dibujando y creando, y ganándose la admiración de Javier, cada vez se sentía más incapaz, más triste y sola.

Un buen día, la abuela le preguntó por la famosa pluma, pero el niño le contestó que “era una pluma que no pintaba y no servía para nada.” La abuela, sorprendida por la respuesta, fue a un cajón de la habitación y tomó una cartulina de color negro. Abrió el estuche, cogió la pluma y se dispuso a dibujar sobre aquel papel oscuro.

La pluma comenzó a dejar tras su paso un elegante y mágico trazo de un color blanco tan brillante que parecía como si la tinta hubiera salido de las mismas estrellas. El niño quedó hipnotizado por aquel maravilloso baile. La pluma, feliz, supo de su especial talento y tuvo su sitio único dentro de aquel mágico estuche.

Esta historia es la historia con que muchas veces nos encontramos los profesionales de los recursos humanos en las organizaciones. En especial, aquellos que de verdad creemos en el VALOR DE LAS PERSONAS. Aquellos que, de verdad, creemos en CREAR empresas y personas más satisfechas, comprometidas y felices.

¿Cuántos empresarios conocen de verdad las cualidades ÚNICAS de sus equipos?

¿Cuántas personas están desempeñando trabajos teniendo identidades y competencias opuestas al propio puesto?

¿Somos conscientes de que las plumas con tinta blanca no pueden dibujar flores rojas? ¿Y de lo que supondría contar con las personas adecuadas a cada puesto de trabajo?

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